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por Mariana de la Mata | marzo 28, 2023
¿Se puede enseñar a crear, a escribir, a actuar?
Me gusta esa pregunta porque me enfrenta con el núcleo de mi trabajo en los cursos de dramaturgia: ¿Cómo transmitir procesos complejos y sutiles? ¿Cómo compartir experiencias fuertemente subjetivas?
Leí alguna vez que la poeta Eileen Myles dijo: “La poesía son caminos trazados alrededor de las montañas, porque no podemos atravesarlas”. Me guardé esta definición porque me pareció hermosa y porque resonó con mi forma de encarar la creación escénica que, por supuesto, vuelco también en las clases: “estar alrededor” de algo muchas veces inefable.
(*Inefable: Que no puede ser dicho, explicado o descrito con palabras, generalmente por tener cualidades excelsas o por ser muy sutil o difuso.)
No creo en fórmulas cerradas. Es más, confieso que desconfío un poco de las técnicas que se expresan como dogmas, porque creo que reducen lo complejo. No creo que el trabajo se trate de reducir, ni de apresurarse a contestar preguntas complejas.
Creo que se trata de sostener las preguntas y aceptar la incertidumbre que genera la actividad creativa y su zona inefable. La creación nos mete en problemas hermosos, nos brinda la posibilidad de tener una experiencia intensa sobre nosotras mismas y sobre lo real.
El teatro es una especie de lente para observar el mundo; nos regala ángulos distintos, nuevos puntos de vista.
Me inclino entonces por acercarme desde la práctica y la observación atenta. En los cursos de dramaturgia se puede transmitir la técnica y se pueden generar procesos creativos para aprender desde ese enfoque. Eso sí, requiere la paciencia y el arrojo de hacer las preguntas que nos trae el trabajo y sostenerlas en el tiempo.
El proceso creativo de una obra exige la toma de una serie de decisiones atentas y cuidadosas, por eso la impronta de los talleres es la experimentación. En ese sentido, impartimos cursos prácticos y creativos en el que compartimos herramientas objetivas para fortalecer percepciones subjetivas.
Úrsula K. Le Guin, una autora que amo, dice que “experimentar con la imaginación, responder preguntas que no tienen respuesta implica cosas muy profundas (…) Creo que la imaginación es la principal facultad de la mente humana. La fantasía, la habilidad, el arte de usar y controlar la imaginación en narrativa es el mejor y el más feliz ejercicio en el uso de esa facultad, junto con la ciencia, que la usa para conectar hechos que parecen no relacionados.”
Es una buena manera de hablar del punto de apoyo del trabajo que propongo en Escribir un mundo, pero también de mi enfoque como dramaturga y como directora. El trabajo creativo como forma de habitar el mundo.
¡Binvenidx!
Mariana de la Mata